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Iglesia de Santiago. Carrión de los Condes, uno de los Hitos del Camino de Santiago Francés por tierras palentinas.

  • Guadalupe Ferrández Sancho.
  • 14 dic 2016
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 16 jul 2024

Carrión de los Condes, preciosa localidad situada en plena Tierra de Campos y centro del Camino de Santiago francés por tierras palentinas. En ella encontramos magníficos edificios como el monasterio de San Zoilo, Santa María, y la iglesia de Santiago, que es a la que nos vamos a referir en este pequeño trabajo.


La iglesia de Santiago es uno de los 20 hitos del Camino de Santiago francés, patrimonio de la Humanidad. El Camino de Santiago pasa junto a esta iglesia, situada en la calle La Rúa de los Francos. Desde la Plaza Mayor podemos contemplar la magnífica fachada tomando un café en una de las terrazas que pueblan el entorno.

Se trata de una iglesia de finales del siglo XII, conservando de esa época medieval la fachada occidental y algunos muros interiores, pero muy reformados. Su fachada es una de las más importantes de la zona, realizada hacia 1160-1170, trabajando en ella dos maestros diferentes como luego veremos. Hay que tener en cuenta que la iglesia sufrió un grave incendio en el siglo XIX, salvándose únicamente el muro de poniente y parte de la cabecera. El resto de la iglesia es totalmente una reconstrucción. La torre fue rehecha en ladrillo. Desde el año 1993 se utiliza como Museo parroquial.

Callejón de Santiago, en el lado septentrional de la iglesia.

Muro norte de la iglesia, donde se abre una pequeña portada en arco de medio punto.

Detalle de la portada lateral, en arco de medio punto.

La portada occidental se salvó del grave incendio del año 1811. Se trata una magnífica portada, en la que encontramos tres arquivoltas, la central labrada con representaciones de diversos oficios medievales, entre ellos podemos observar a una contorsionista, músicos, herreros, etc. Enmarca todo el conjunto una cenefa con decoración vegetal.

Detalle del arco de la portada, sobre la que vemos un gran alero de hierro.

Primeramente nos vamos a fijar en la magnífica decoración del cimacio, con figuras zoomorfas que parecen aprisionadas entre motivos vegetales. El capitel de la izquierda simboliza el Bien, en él podemos ver a un león con sus fauces abiertas (el demonio) que trata de coger el alma de un difunto que sostienen dos personajes que lo protegen de Satanás, en la parte posterior el león, que ha cerrado sus fauces contempla al alma del difunto que con un libro en sus manos sigue protegido por dos ángeles.

Los fustes de las columnas que sustentan los capiteles y la arquivolta central, son ángeles nimbados que tienen la función de guardar la entrada del templo. En la fotografía la columna de la izquierda.

El capitel de la derecha simboliza el Mal. Se representa a un difunto totalmente desnudo que ha sido sacado de su tumba y dos perros lo están mordiendo. Es el castigo que sufrirá durante toda la eternidad en castigo por sus malas acciones.

Detalle del ángel que se sitúa en la columna de la derecha.

En la arquivolta central, ya hemos comentado, se representan diversos oficios que existían en aquella época en Carrión de los Condes. Son 24 figuras, 20 representan a hombres ejerciendo sus profesiones, dos mujeres (la plañidera y la contorsionista), y dos leones que cierran (uno a cada lado), la arquivolta. Entre ellos tenemos que resaltar la figura de la contorsionista, señalada con una flecha roja, a su lado un músico tocando la vihuela y una plañidera. Son magníficos, y nos dan una idea clara de la vestimenta, útiles y costumbres medievales.

En esta parte de la arquivolta, empezando por la derecha tenemos, a dos guerreros luchando (por los escudos se ha pensado que se trata de un cristiano y un musulmán), un hombre con un yunque, un cerrajero, un zapatero, un juez con la maza, un arpista, un personaje con un libro, y un escribano.

A continuación del escribano, visto en la fotografía anterior, podemos observar a un herrero y dos figuras masculinas, el último manipulando metal.

Seguimos viendo los oficios en esta arquivolta central, de derecha a izquierda, un fundidor, un ceramista, un zapatero con grandes tijeras, tres figuras masculinas más y un león.


Lo más valioso del edificio es su magnífico friso de la parte superior, colocado sobre una imposta ajedrezada. En él se representa la Jerusalén celeste, con la figura central de Cristo Juez del mundo, rodeado de las representaciones de los cuatro Evangelistas: a la izquierda y en la parte superior el Ángel (símbolo de san Mateo), en la parte inferior el león (san Marcos); a su derecha: en la parte superior el Águila (San Juan), y en la parte inferior, el Toro (San Lucas). Este relieve central está realizado por un escultor diferente a los relieves laterales. En éste vemos un tratamiento más evolucionado, mayor volumen, movimiento y naturalismo, un anuncio del gótico.

Detalle de la figura de Cristo Juez, rodeado de una mandorla decorada con motivos vegetales. Es una figura monumental, con un tratamiento en los paños muy naturalista. Cristo porta en su mano izquierda el libro de la Vida o de la Verdad cerrado, mientras con su diestra bendice (le falta la mano).


Esta figura tiene un paralelismo con el Cristo en Majestad de la puerta norte de la catedral de Lugo.

En los frisos que podemos observar a derecha e izquierda de Cristo Juez, vemos una segunda mano. El artista, en este caso, tiene un estilo menos evolucionado, más plano. Tanto en un lado como en el otro se representan a los Apóstoles, aunque si tenemos que decir que en algún apóstol se ve un estilo más evolucionado que en el resto. También tienen gran interés los capiteles que vemos en estos frisos, son pequeños, pero muy trabajados, representando todo tipo de decoraciones (róleos, aves, leones, calados); así como las pequeñas columnas con sus fustes espirales, zig-zag, acanaladas, etc.

Detalle del friso de la derecha, en todo él las figuras aparecen bajo arquillos polilobulados con figuraciones alusivas a la Jerusalén Celeste. La figuras de este lado tienen las cabezas cortadas, excepto la primera.

El templo originario tenía planta basilical de tres naves que remataban en tres ábsides; pero en el siglo XV se hundieron las naves románicas, y será en el siglo XVI cuando se realizó una importante modificación en su planta, quedando como una iglesia de una sola nave con capillas entre los contrafuertes, aunque se respetaron los tres ábsides de la cabecera, que no se ven exteriormente. Ya hemos comentado que en el año 1811 para evitar que las tropas francesas la utilizaran como cuartel, se incendió. Posteriormente se han realizado diversas restauraciones, en 1835 se reforzó la torre; en el año 1849 se reedificó y estuvo abierta al culto hasta los años 70 del siglo XX.


En la fotografía vemos los tres ábsides románicos, pero el resto de los muros y capillas son de la reforma del siglo XVI. La techumbre de madera es obra del siglo XX.


Detalle de las capillas, poco profundas, entre los contrafuertes. Hoy podemos contemplar diversos objetos de arte sacro, ya que se ha convertido en un museo parroquial, debido al trabajo del párroco de la iglesia de Santa María que logró reunir obras de algunas parroquias de Palencia.


En el año 1811 el templo sufrió un gran incendio, provocado para que el ejército napoleónico no lo utilizara como fuerte. Siendo reedificado en 1849. La cubierta fue rehecha en el siglo XX.


En la fotografía podemos ver las capillas góticas; y los pilares y nervaduras en las que apoyaban las desaparecidas bóvedas.

Ábside central.

El ábside del lado sur es el mejor conservado, ya que aún podemos ver la ventana central originaria, con derrame al interior, y la bóveda de cuarto de esfera.

Escalera de la torre.

Decoración en la caja de la escalera.



BIBLIOGRAFÍA:


- A. GARCÍA OMEDES: http://www.arquivoltas.com/8-palencia/02-CarrionSantiago00.htm


-Página del ayuntamiento de Carrión de los Condes:

http://www.carriondeloscondes.org/portfolio-items/santiago/?portfolioID=341


-CARLOS M. MARTÍN JIMÉNEZ: “Románico en Palencia”, León, Edilesa, 2008.


-ENRIQUE GÓMEZ ; Y SANTIAGO PERAL: “Carrión de los Condes”, Palencia, Cálamo, 1997.

 
 
 
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